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Una mancha en el PP de Almería

Javier Salvador
Director de Teleprensa

Gabriel Amat, presidente del Partido Popular en Almería y alcalde de Roquetas de Mar, está acorralado. Se ha convertido en un mancha para su partido difícil de borrar. A cuatro días del que estima será el triunfo siempre soñado por los suyos, parece que le faltan fuerzas para llegar a la meta final o que alguien se la está poniendo cada vez más lejos. Pero puede que nadie le mueva la meta de lugar, sino que él esté, sencillamente, cada vez más lejos de ella.

Hace unos días los propietarios del suelo comprendido en la zona de Las Salinas, lo que antes fue un paraje singular integrado en un entorno agrícola, le exigían responsabilidades ante lo que entienden un atropello. Les obligan a marcharse de sus propiedades y, encima, en el reparto les toca las peores parcelas gracias a una distribución nada clara, en la que salen sospechosamente beneficiadas determinadas empresas promotoras.

Ahora es otro el escándalo que le salpica y que se mete en su propia casa. Militantes de Izquierda Unida han pillado a trabajadores de una empresa contratada para hacer unas obras en el centro urbano, remodelando la cochera del alcalde, poniéndole los mismo materiales que se están instalado en la vía pública, y realizando esas labores en el mismo horario que debían estar poniendo losas para todos los vecinos y no para los vehículos del primer edil.

La denuncia es seria, tanto que si no es capaz de dar una explicación razonable o cuando menos fabricarse una que pueda colar, no le queda otro camino que asumir la responsabilidad que le toca y marcharse. Sencillamente pedir perdón y dimitir.

Realmente no entiendo lo ocurrido, porque hablamos de un tipo que tiene dinero de sobra para no entrar en este tipo de chapuzas, pero ya se sabe que es precisamente el que más tiene quien más aprieta, y por eso dicen que la avaricia rompe el saco.

Ahora bien, si Amat es capaz de desmentir lo ocurrido, de aportar pruebas suficientes para convencer a unos vecinos de Roquetas que ya tienen demasiadas moscas detrás de la oreja, tendrá que ser Izquierda Unida la que asuma la responsabilidad, porque habría lanzado un bulo. Pero el problema del alcalde de Roquetas es que sabe que Izquierda Unida, aunque le cueste tener representación en algunos municipios, es la verdadera mosca cojonera del Poniente y no dudan en tirar de la manta.

Precisamente por ello, cuando hablamos de desmentir es animarle a poner todo sobre la mesa, con luz y taquígrafos como alguna vez ha dicho el veterano alcalde de 70 años de edad, y hasta de emprender acciones judiciales contra quienes le injurien. O eso o a casa.

De lo contrario volveremos a lo de siempre, al no pasa nada, a otro Gran Plaza, ese centro comercial que el Tribunal Superior de Justicia declaró ilegal y que luego no se pudo cerrar porque la sentencia era, en ese momento, inejecutable. Pero claro, tampoco se prestó atención suficiente a la propiedad de los terrenos y su relación con el concejal de urbanismo que dio luz verde a la operación.

Volveremos a Las Salinas, un plan urbanístico congelado, pero que sacará de la nevera nada más gane las próximas elecciones si le dejan los vecinos de Roquetas.

Tendremos otro acantilado de Aguadulce, una macro urbanización colgante de una montaña que se ha quedado en cicatriz y estercolero, destrozando un paisaje ya irrecuperable, porque el mismo promotor que iba a construir ya no es capaz ni de terminar una rotonda en la capital por los efectos de la crisis.

Y sí, ante todo esto, al final la pregunta siempre es la misma: ¿no había un fiscal anticorrupción? Igual, ahora que ha terminado la terna por la jefatura de la fiscalía provincial se ponen las pilas y dan luz a uno los pasajes más oscuros de la actualidad almeriense.

Ahora es quizás el momento, porque ya no todos defienden a Amat, y las voces más críticas contra el presidente provincial del PP, un protegido de Javier Arenas, no salen de la oposición, sino desde su propio partido. Quizás por ello la meta está cada vez más lejos y él, el eterno alcalde, cada vez más acorralado.

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