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¿Para qué sirve el Senado?

Pedro Mena Enciso
Profesor de Historia

Aunque el artículo 66 de la Constitución de 1978 dice que las Cortes Generales están formadas por el Congreso y el Senado, en la práctica todos sabemos que quien realmente asume verdaderas funciones y ejerce como representante del pueblo es el Congreso de los Diputados. Han pasado más de 32 años desde que se aprobó nuestra Carta Magna y todavía el Senado no cumple con el mandato constitucional que diseña sus funciones porque el artículo 69.1 de la citada norma fundamental recoge con claridad que el Senado es la Cámara de Representación Territorial.

Pues bien, desde Almería y desde toda España, nos percatamos de que esta llamada Cámara Alta no funciona como gobierno de las Comunidades Autónomas ya que no tiene ese carácter integrador y tenemos la sensación de que sus señorías senadores no representan absolutamente a nadie. Estamos hartos de ver cómo una ley sale adelante aunque el Senado se oponga (Ej.: Los Presupuestos Generales del Estado) y concluimos que se trata de una Cámara-Adorno llena de Comisiones de investigación, dictámenes, preguntas al Gobierno,  recomendaciones… que no llevan a ninguna parte.

Desde las elecciones de 2008, esta Cámara Alta se compone de 264 Senadores que reciben suculentos honorarios. Así, el presidente del Senado tiene un sueldo de más de 11.000 euros mensuales brutos. Los senadores unen a su salario de 2.918,67 euros, los gastos alojamiento y manutención, 811 para los de Madrid y 1.701 para el resto. No digamos nada lo que nos cuestan los componentes de la Mesa o el gasto de telefonía para cada senador y la indemnización que reciben por gasto en comunicaciones informáticas, o el plus de transporte que reciben más las dietas por desplazamiento cuando realizan alguna misión. Es muy fuerte pensar que cada grupo político recibe también una suculenta subvención. No quiero dar la cifra total de lo que nos cuesta esta Cámara estéril, vacía de contenido. Con las necesidades que tenemos, si pudiésemos ahorrarnos este dinero para emplearlo en cosas útiles nos lo agradecerían muy mucho los ciudadanos de cualquier punto de nuestra geografía.

Por ejemplo, en Almería, se podrían costear dos o tres veces las obras del Cable Inglés que, como todos sabemos, tardarán varios años pues son distintas fases y de envergadura. Los almerienses conseguiríamos financiación más que suficiente para el magnífico proyecto de convertir el antiguo cargadero de mineral "El Alquife", conocido como Cable Inglés, en un gran centro cultural y de ocio de Almería con salas expositivas, de descanso, de lectura… No digamos nada de lo bien que vendría el dinero para el eterno proyecto del Soterramiento o para agilizar las obras del AVE y el proyecto Puerto-Ciudad… Si además examinamos un gasto concreto derivado de la cuestión de los traductores en el Senado con los gastos indirectos añadidos, pues nos podríamos ahorrar unos 350.000 euros al año más los 4.500 que han costado los auriculares y también las dietas y los desplazamientos de los intérpretes. Esta austeridad en el gasto vendría bastante bien en estos momentos de desempleo. Y todavía se oyen comentarios de alguno de nuestros gobernantes en la dirección de que se trata de un gasto insignificante: Se ve que con lo que ellos manejan todo les parece ridículo. Utilizando el sentido común, cualidad muy extendida entre los ciudadanos y escasamente practicada por los políticos,  es verdad que la imagen de un Senado que utiliza traductores, a pesar de que todos los senadores hablan el castellano coloca a España en la cabeza del ranking mundial de la estupidez.

Desde Almería en el Tiempo nos hacemos eco y estamos de acuerdo con el grupo de personas que, desde Facebook, abogan por la bajada de sueldos y dietas de los políticos en los siguientes términos: “Creo que todos estamos de acuerdo en que el estamento político, ya sean concejales, senadores, ministros, vicepresidentes, presidentes… cobran muy por encima de la realidad social que representan. La finalidad es lograr un pensamiento común, para que esto no siga siendo así y se imiten modelos, como el de Suiza, en el que los políticos no son tan conocidos e incluso no cobran por su puesto. Y si lo hacen como los ciudadanos que cobramos la décima parte que ellos, trabajando el triple”. En fin, una buena propuesta iría en la dirección de que los políticos sean elegidos de entre los mejores ciudadanos, los más honrados, aquellos que no vengan a servirse del cargo sino a servir gratuitamente a sus representados ganando lo que ganaban en su profesión habitual anterior a la elección sin más dietas ni prebendas ni remuneraciones derivadas del favor. Podrían comenzar pactando un sistema unicameral ya que la verdadera soberanía popular la ejerce el Congreso de los Diputados.

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