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Mascarada plenaria de Carnaval

Antonio Felipe Rubio
Periodista

En el Pleno municipal se ha podido observar el afloramiento de intereses partidistas ante la proximidad de las elecciones municipales. El alcalde ha retirado el punto relativo a la Ordenanza Cívica al no existir consenso de los diferentes grupos. Y, a pesar de contar con mayoría suficiente, ha preferido retirar el punto del orden del día produciendo una extemporánea reacción del concejal titular de Seguridad Ciudadana, José Carlos Dopico, que, de esta manera, se asegura su más que probable exclusión de las listas que encabeza Luís Rogelio. No obstante, ante la munición que este asunto aportaría a la oposición durante la campaña, el alcalde prefirió su retirada en apelación al citado consenso que, en días tan sensibles, se torna inalcanzable. Por cierto, habrá que ver qué acciones emprende Luis Rogelio ante la actitud de Dopico. Tiene dos opciones: conmiseración o demostración de autoridad. En ambos casos, tiene una papeleta.

Otra de las intrépidas incursiones en el plenario ha sido la mascarada instada por la dirección nacional del PSOE para generar titulares homófobos contra los ayuntamientos regidos por el Partido Popular. El asunto en cuestión es que el PP presentó un Recurso de Inconstitucionalidad contra la denominación “matrimonio” referido a la unión civil de parejas de homosexuales y lesbianas. Insisto en el aspecto de rechazo sólo a la denominación “matrimonio” que el PP reserva para los matrimonios tradicionales integrados por hombre-mujer, sin perjuicio y prejuicio de otras opciones que, antes y ahora, mantienen su cobertura legal.

Ya no se trata de insertar un asunto polémico en el lugar inadecuado, pues el Ayuntamiento no legisla. Además, solicitan en la moción una severa admonición a Rajoy y Arenas; vamos, casi como mandarlos a la misma mierda.

La intención es rentabilizar –no faltarán oportunos titulares homófobos- la hipocresía de la “extensión de derechos” y la perversión del lenguaje que, en este caso, se hace a la inversa de lo que aconseja el “manual del buen progresista”. Me explico: no es progresista llamar ciego a una persona con disfunción visual severa; tampoco es progresista llamar cojo a un señor que tiene disminuidas sus facultades motoras. Así las cosas, no es razonable que las ancestrales acepciones, tal que matrimonio, cuya raíz semántica no alberga dudas (Matrem, de madre), que el Diccionario de la RAE define inequívocamente, y cuya institución se remonta al Derecho Romano y se perpetúa por la Iglesia católica (¡!), ahora venga a ser acuñado argumento irrenunciable para los revolucionarios del léxico progresista. Sólo por ser argumento patrimonial de la Iglesia, tendrían que rechazarlo los laicistas anticatólicos como alma que se lleva el diablo. Saben que el argumento enfrenta, divide y crispa… y “hay que mantener la tensión” como horizonte de la revolución ideológica.

Los que aún añoran iconos de la Izquierda revolucionaria: Brassens, Paco Ibáñez… etc. no entiendo cómo no se escandalizan con la letra de la “mauvaise réputation” (la mala reputación) en la que desfilan ciegos, mancos, cojos… y aún no se ha presentado la correspondiente moción para reparar semejante afrenta. Tampoco entiendo que la UGT no se transforme en Unión General de Trabajadores… y Trabajadoras. Y es que Pablo Iglesias no estaba en estas cipotadas; por cierto, en una época en la que la ilustración, el gusto por la locuacidad y la calidad del discurso parlamentario superaba ampliamente el clamoroso balbucir de muchos y muchas de nuestros lamentables y lamentablas representantes públicos.
(http://noticiasdealmeria.com/noticia/53976/Antonio-Felipe-Rubio/mascarada-plenaria-carnaval.html)

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