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La opresión y la risa

Kayros
Periodista

Si no tuviéramos otro argumento para enjuiciar el talante antidemocrático de Enciso bastaría este de prohibir las letrillas zumbonas del carnaval para darnos cuenta de que la historia de la alcaldada no desaparece. El carnaval nació precisamente para salirse un poco de las normas asfixiantes del poder eclesiástico en convivencia con la opresión institucional de los tiranos. La sabia experiencia del pueblo de que la risa suele ser terapéutica y que cura mejor que la sangre del azote animó siempre al súbdito anónimo para poner en cuestión la moral de los que mandan.

Desgraciadamente esta casta de sátrapas periféricos todavía no ha desaparecido del todo pese a que llevamos cuarenta años de democracia. Habría que preguntarse qué defensa pacífica le queda al habitante de El Ejido contra un alcalde que después de salir de la cárcel, haber pagado su rescate por trescientos mil euros y seguir imputado con tres o cuatro supuestos delitos, no solo continúa sentado en el sillón municipal, sino que muestra decidido su voluntad de presentarse de nuevo a las próximas elecciones.

La teoría de que las urnas salvan -teoría puesta de moda por Camps con la ayuda de Rajoy- parece ser el último asidero de los corruptos. Contra la opresión lo aconsejable es la risa sana, no la del verdugo ni la del duro rencor, sino la de quien siente cierta compasión por la naturaleza humana, por cómo somos y cómo nos comportamos en este mundo de depredadores. No sé como no cae Enciso en que la libertad del pueblo para mofarse de lo que le pasa es su mejor defensa. Por ejemplo, viendo a los trabajadores de Elsur que ya no cobran a fin de mes, ¿quién no suelta una carcajada ante el sonado extravío de traer a los Beatles por un porrón de millones? ¿Quién podrá olvidar supuestamente los despilfarros de algunos imputados que tomaban aviones para ver partidos de fútbol viendo ahora las basuras en la calle que ya no se recogen por falta de dinero? ¿Podéis contener la risa?, increpaba Cicerón a su oponente en el foro romano. Risa salvadora, risa que endulza el rostro antes que la ira mueva las manos. Enciso, si quieres llegar a viejo, deja que el pueblo se ría. Los pueblos que no ríen se vuelven belicosos, ásperos, montaraces. Y bien sabes, alguna vez estallan.

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