Edita: Fidio (Foro Indalo de Debate, Ideas y Opinión / Twitter: @opinionalmeria / Mail: laopiniondealmeria@gmail.com

La música que se oyó en el Maestro Padilla

Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería

Mientras asistía ayer como invitado a la nominación de Luis Rogelio como candidato del PP a la alcaldía de la capital, recorrí en un segundo los casi treinta años que nos separan de aquellos otoños de los primeros ochenta y volví a ver algunos de los espejos que reflejan (y conforman) la percepción colectiva de que en el mapa del tiempo político un fin de ciclo se acerca.
La percepción no estaba motivada sólo por el arrope estratégico de Javier Arenas y Gabriel Amat al candidato; tampoco por la asistencia, cálida, que abarrotaba el Maestro Padilla; ni por la premeditada confianza (sutilmente explícita, explícitamente sutil) en la victoria que exhiben quienes buscan la confianza de los demás (si un general no tiene confianza en la victoria, ¿con qué moral irán los soldados a la batalla?).

La visualización intuida del cambio -un gobierno municipal con mayoría absoluta del PP– tiene sus ramas en estas circunstancias, pero también en otras, tan importantes, como la propia gestión de gobierno, la ausencia competitiva de Megino o la propia gestión de la oposición. La valoración de la primera y tercera rama corresponde a la opinión subjetiva del lector; la segunda, en cambio, no es opinable: Gial quitó al PP la mayoría en las dos elecciones en las que compitió con su anterior partido.

Pero si las anteriores son algunas de las ramas que conforman el bosque, la raíz de esta previsión es mucho más profunda y va más allá del territorio doméstico de las elecciones municipales.

Mientras el PP navega con todo el viento a favor, el PSOE lo hace en medio de un vendaval en el que a los desastres externos de la crisis económica hay que añadir la reiterada improvisación de quienes gobiernan el barco y, lo que es quizá más grave, la pasividad temerosa de quienes les acompañan en la travesía, incapaces de levantar la voz ante el temor de que quien les subió a bordo les eche por la borda.

Asentado en la comodidad de tierra firme que siempre siente quien no tiene que tomar decisiones, el PP solo espera desde la orilla de la oposición a que el barco del gobierno se hunda. No tiene que hacer nada, sólo decir; y en tiempos de turbulencia entre el coste de la toma de decisiones y la gratuidad efímera de la palabra hay una diferencia abismal. Un desfiladero tan grande como el que separa la confianza en la victoria de la aceptación de la derrota.

Los populares saben que su desembarco de mayo será en las playas que habrán de llevarles a La Moncloa. Por eso muestran y exhiben una moral de victoria perceptible en cualquiera de sus actos. Ayer fue en Almería capital, mañana en otro lugar. Da igual. Perciben el triunfo y quienes les dirigen son conscientes de que la puesta en escena de esa confianza forma parte de la táctica para fortalecer a su potencial electorado y debilitar al adversario.

Nadie se baña dos veces en el mismo río, pero el tiempo político guarda en la memoria imágenes que, como un Guadiana, se esconden un día para volver a aparecer años después, aunque con distintos personajes y distantes posiciones. En los ochenta era la victoria de Felipe lo que se percibía; ahora es el triunfo del PP de Rajoy y Arenas el que se vislumbra.

El PP oyó ayer en el Maestro Padilla un sonido cercano que llegaba del mar pero que venía de más allá. Eran los ecos de una orquesta que continuaba tocando en medio del Guadalquivir sin querer darse cuenta de que el barco se acerca al despeñadero. Por eso les gustaba tanto su música.

No hay comentarios:

Publicar un comentario