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Amarrarse los pantalones

Celso Ortiz
Profesor de la UAL
 
Tomemos como ejemplo la democracia más antigua del mundo contemporáneo y analicemos cómo ha funcionado el sistema en los dos siglos y pico transcurridos desde la famosa Declaración de Independencia de EE UU. Exceptuando los primeros presidentes, que representaban tanto a demócratas como a republicanos, desde mediados del siglo XIX han ocupado la Casa Blanca 14 demócratas y 17 republicanos, pero teniendo en cuenta que han sido más los demócratas que han duplicado los años de mandato, se puede considerar que han gobernado por parejo unos y otros. Quiero decir que lo normal en democracia es la alternancia en el poder, y ganar unas elecciones supone sencillamente ponerse a gobernar lo mejor que se sepa, dentro de los límites que marcan las leyes y, en particular, la Constitución, y aquí paz y después gloria.

Digo estas perogrulladas porque, ante las expectativas que el PP está percibiendo de instalarse en la Junta de Andalucía, después de treinta años sin pinchar bola, más que una alternancia en el poder parece como si vinieran a reconquistar un territorio que les pertenece por derecho. No se les conocen indicios de lo que pretenden hacer el día que gobiernen, si llega el caso. Ni una palabra sobre cómo piensan mejorar la vida de los andaluces. Ni un mensaje que ilusione. Ni un discurso en positivo que estimule a los votantes. Todo su mérito consiste en alimentar la bronca permanente para ver si consiguen echar al PSOE del palacio San Telmo sin saber para qué. Todo lo que sueltan por su boca son diatribas contra el gobierno con un lenguaje y unas maneras captadas de las cadenas de televisión más vocingleras.
 
El otro día oí decir a la diputada por Málaga Celia Villalobos, ensalzando la figura de su compañera Sáez de Santamaría, que era tan buena parlamentaria que había conseguido "echar a la Teresa de la Vega a su casa y al Rubalcaba al hospital". Así como suena. No es la primera vez que esta señora suelta una perla, pero hacía tiempo que no aparecía, y la euforia que rebosa en el PP le ha despertado el ardor guerrero.

Más extraño me parece que se haya sumado a la gresca el alcalde de Roquetas. Siempre he tenido a Gabriel Amat por un político comedido en las formas y a uno de los dirigentes del PP más considerado con sus adversarios. Hasta condecoró al Presidente Chaves con la insignia de su pueblo, si mal no recuerdo. El día de la vuelta al redil de Megino y compañía, vaticinó que gobernarían el ayuntamiento de Almería con más de diecisiete concejales y que muchos se iban a tener que amarrar los pantalones. ¿Para eso quieren gobernar? ¿Para que muchos se tengan que amarrar los pantalones? Triste panorama.

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