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28 de febrero

José Antonio Griñán
Presidente de la Junta de Andalucía

El 28 de febrero cambió el rumbo de Andalucía. Aquel día de 1980, los andaluces y andaluzas reivindicamos elegir nuestro destino, ser los responsables de nuestras propias decisiones, conseguir una autonomía de primera, sin diferencias ni exclusiones. Un impulso que desembocó en el primer Estatuto de Autonomía, del que se cumplen treinta años en 2011.

Hay fechas que significan un antes y un después, que tienen una incuestionable carga simbólica, que están conectadas a los sentimientos y a las esperanzas de todo un pueblo. El 28 de febrero fue el resultado de un esfuerzo colectivo, el éxito de una ilusión compartida, la superación de siglos de marginalidad y la conquista, justa y legítima, de un destino que, por primera vez, recaía en nuestras propias manos.

Demostramos que, unidos, somos un pueblo imparable, que no pide privilegios si-no que exige un trato en condiciones de igualdad. Un axioma que, desde entonces, ha servido para consolidar nuestro Estado de las Autonomías, que lo ha hecho más fuerte.

Andalucía cuenta ya con más de tres décadas de trayectoria autonómica. Treinta años que han posibilitado el cambio más profundo experimentado por nuestra tierra en su historia. Ha sido éste un tiempo de prosperidad, modernización y transformación social y económica sin precedentes, que nos ha servido para dejar atrás de una vez por todas el atraso secular de nuestra tierra hasta dar un impulso en la convergencia con nuestro entorno europeo.

Hoy, Andalucía no se entiende sin Europa. No somos sólo tierra de frontera, sino también tierra de vanguardia. Hemos sido parte de un camino conjunto en los últimos veinticinco años y debemos seguir haciéndolo. Si aquel 28 de febrero sirvió para dar voz al pueblo andaluz, Europa ha sido el eco donde han resonado nuestras aspiraciones. Una voz que hoy se escucha con firmeza en España y en Europa, para sentirnos partícipes de un proyecto común sin dejar de ser nosotros mismos.

A pesar de todo, ninguna conquista es irreversible si cruzamos nuestros brazos. Ninguna aspiración es definitiva si no es sostenida por el mismo entusiasmo. Por eso, el
28 de febrero no puede ser un recuerdo nostálgico ni una pasiva mirada retrospectiva sin reflexiones hacia el futuro. Debe ser una exigencia para no perder su ejemplo, ni su legado, ni su capacidad para convertir a Andalucía en el centro de todas las prioridades.

El reto, ahora, es destinar toda la fortaleza acumulada en estos años a superar las dificultades económicas. La autonomía ha servido para ser mejores, para estar más preparados que nunca, para gozar de unas infraestructuras de primera, para garantizar a toda la ciudadanía unos servicios públicos, para disponer de unas cotas de bienestar sin parangón, y ahora debe servir para superar nuestro mayor reto contemporáneo: la creación de empleo y un nuevo modelo económico.

Si creemos que el primer 28 de febrero queda lejos, nos equivocamos. El ejemplo de los millones de andaluces y andaluzas que se rebelaron contra la historia para ser los timoneles de nuestro futuro no debe caer en saco roto. Tenemos que defender nuestra autonomía defendiendo este Estado de las Autonomías, que ha sido el soporte para alcanzar un crecimiento y un progreso que no pueden ser cuestionados. Lo contrario, sería un paso atrás, una negación a nuestras conquistas como pueblo.

Los andaluces y andaluzas queremos volver a ser lo que fuimos, hombres y muje-res de luz, comprometidos con nuestra tierra, que aspiramos, hoy como entonces, a una autonomía de primera que preserve la igualdad de oportunidades, la sostenibilidad hacia el futuro y la estabilidad política del conjunto del país.

Es cierto, para conseguirlo tenemos que emprender e innovar, seguir transforman-do para sustituir los desafíos de entonces por los retos de ahora, ser más competitivos, más sostenibles, más creativos y disponer de más formación para no perder el tren del conocimiento.

Andalucía afronta un nuevo 28 de febrero con la misma vocación de influencia en el conjunto de España. Andalucía debe seguir siendo el fiel de la balanza de las autono-mías, para que no se produzca ningún desequilibrio ni hacia un viejo centralismo ni hacia viejos privilegios territoriales.

El mejor futuro, hoy, como siempre, es la igualdad de los andaluces, la igualdad de los españoles y españolas, vivan donde vivan.

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