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Palomares 2010

Antonio Hernández Rodicio
Director de El Correo de Andalucía

Entre los papeles de wikileaks (popularmente bautizados como los güisquidics) existen unos cables interesantes y que han tenido escasa relevancia. Me refiero a lo concerniente a Palomares. Por si hay algún despistado remontémonos al 17 de enero de 1966, 45 años van a cumplirse. Un bombardero estadounidense B-52 y un KC-135, un avión de reaprovisionamiento, que regresaban de Turquía colisionaron sobre la costa almeriense. Siete tripulantes fallecieron. Portaba el bombardero cuatro bombas termonucleares. Dos quedaron intactas, sin explotar. Otras dos sí lo hicieron y derramaron por la zona hasta 20 kilos de plutonio, un material altamente radicativo. Baste decir que el plutonio toma su nombre de Plutón, que era el dios romano de los infiernos y que se calcula que su vida radiactiva supera los 24.000 años.

Desde entonces, Palomares es la localidad más radiactiva de España. El resto de la historia era más bien conocida: el célebre Paco el de la bomba que ayudó a recuperar una de ellas, la armada norteamericana retirando 1.700 toneladas de tierra contaminada, el baño de Fraga Iribarne -al que la radiación, en todo caso, le ha regalado un plus de longevidad- y la célebre quinta bomba que posiblemente llevaban los aviones y de la que nunca más se supo ni se sabrá porque oficialmente no existía pero sobre la cual se ha alimentado la sospecha de que EE.UU ocultó su existencia a las autoridades franquistas. Hasta aquí, los hechos conocidos.

Se trata en todo caso de una historia larga, triste y plagada de ocultaciones concatenadas: el gobierno de EE.UU engañó sistemáticamente al gobierno español; y el gobierno español ha engañado sistemáticamente a los españoles y de forma especial, a los almerienses. Gracias a los cables de wikileaks hemos conocido que el Gobierno español conoce desde 2.008 un informe que detalla el hallazgo de medio kilo de plutonio que habría contaminado ya otros 50.000 metros cúbicos de tierra en la zona. Y en el mismo cable aparece el ex ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, dirigiéndose a la embajada de EE.UU y reclamándoles que pagaran la limpieza de la nueva zona contaminada antes de que el tema trascendiera y lo conociera la opinión pública. Es lo que suele ocurrir, que cuando se intenta ocultar algo tan grave termina conociéndose la peor forma posible por los ciudadanos, maltratados una y otra vez por un poder que nos considera demasiado inmaduros o estrechos de parietales como para entender las consecuencias reales y las obligaciones de una crisis económica o simplemente asumir y saber que aquel fatal accidente aéreo de 1966 sigue contaminado tierras en Almería. Es el mismo debate que subyace en torno a los papeles de wikileaks: el derecho a la información y la transparencia versus razón de Estado.

En 1996 ya se detectaba una presencia relevante de americio (procedente de la desintegración del plutonio) tanto en al aire como en los cultivos. En 2003 el consejo de ministros presidido por José María Aznar acuerda un procedimiento de expropiación de suelos redactado ad hoc para los terrenos afectados por las bombas. En el decreto no figura alusión alguna al asunto. En 2004, con el PSOE en el poder, se mantiene el manto de silencio sobre la situación: el plutonio sigue enterrado. Y años después Moratinos intenta que EE.UU corra con los gastos de la retirada de nuevas tierras contaminadas basándose en un documento suscrito por ambos países en 1969 por el que Washington se comprometía a asumir los costes de la tragedia. El documento, a decir de los expertos y a ello se acoge EE.UU, es impreciso respecto al alcance de las responsabilidades y le conceden escaso valor jurídico. En el cable aventado por wikileaks, el encargado de negocios de la embajada de EE.UU en España pregunta a su gobierno si piensa hacerse cargo de los costes de la limpieza y el traslado de la tierra contaminada, una sugerencia que parece recibir la callada por respuesta pese a la insistencia del agregado, quien considera que sería oportuno que lo hiciera al entender que la publicación del citado informe podría volverse contra la imagen de EE.UU.

Adía de hoy, que sepamos, porque las autoridades españolas siguen practicando el oscurantismo y la opacidad a este respecto, la tierra sigue contaminada y Estados Unidos no ha puesto un sólo dólar para retirarla. Sin dejar de ser grave, no es, sin embargo, la perspectiva más preocupante de una crisis que dura ya 45 años. Lo peor es sentirnos tratado una vez más con deferencia borreguil por parte de quienes nos gobiernan, como ciudadanos de segunda y tontos de primera. Con razón quieren quitar de la circulación al tal Julian Assange y desconectarle los servidores a wikileaks. Este seguiría siendo un mundo peor si quienes se empeñan en cercernar nuestro derecho a la información se salieran con la suya. Y da igual que se llame Chavez, que se trate del conflicto del Sáhara, que se apellide Sarkozy,  que informe de las neuras de Cristina Fernández, del bótox de Gadafi o del plutonio oculto de Palomares
(Publicado en El Correo de Andalucía)

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