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Las moragas de Juanjo Ruiz Plaza

Luis Miguel Carmona
Concejal de Playas de Roquetas de Mar
 
Hace unos días, paseando por la céntrica calle de San José y observando cómo están transcurriendo las obras de peatonalización del centro de Roquetas, me encuentro en la puerta del Banco Santander a mi gran amigo Juan José Ruiz Plaza, al maestro Juanjo, vamos. ¡Quién no conoce a Juanjo en Roquetas! Dice un estudio que la fórmula de la voz perfecta está en la seguridad en sí mismo y la confianza en los demás y para resultar atractiva e hipnotizadora, debe pronunciar un máximo de 164 palabras por minuto y emitir pausas de 0,48 segundos entre las frases, las cuales deben expresarse con entonación. Bueno, pues siempre es un placer escuchar a Juanjo. Buenos días, Juanjo, ¡Feliz Navidad! Y Juanjo me estrecha fuertemente la mano y me dice "Buenos días y Feliz Navidad, concejal".
 
Yo, con un lenguaje castizo almeriense o a lo Pepe Céspedes o Calavera si ustedes prefieren, le digo: "¿Echamos un cafelico, Juanjo? "Descafeinado de máquina para él y cortado para mí". Tras felicitarnos y contarnos cómo están nuestras familias y hablar de cómo está el mundo, Juanjo comienza con su entonación suave y en voz baja a deleitarme hablando sobre Roquetas y su historia, sobre sus gentes y tradiciones, sobre su Navidad y sobre unos de los días más importantes, aparte de Nochebuena y Fin de Año, como es el día 29 de Diciembre, Día de las Moragas.
 
-Déjame, déjame que te cuente algo que escribí hace ya un tiempo, Concejal: "Dice nuestra gente que La Navidad en Roquetas no es muy distinta a la de cualquier pueblo andaluz. No tiene por qué serlo. Al fin y al cabo, este rincón soleado de la bahía, regazo amoroso de Andalucía, ha estado recibiendo a lo largo de su corta pero intensa historia las sucesivas oleadas migratorias procedentes de todos los puntos de nuestra geografía. Unos, los más antiguos, allá por el 1757 cuando los "repartimientos"; otros, cuando las jábegas, o cuando el muelle, o cuando los almejeros, o cuando las salinas de San Rafael... La mayoría, con la gran riada de la arena y el invernadero, cuando los colonos del 57 y el IRYDA... Cada casa, cada familia, cada apellido conserva como en un relicario algún rasgo de otros lares que trajeron en la maleta cuando dejaron la tierra de sus mayores y bajaron al sur del sur. Son esos tesoros que se guardan y se disfrutan en familia y que, como el "mantel bordao" o la "colcha del ajuar", sólo se extiende para que adorne el balcón y la disfruten los vecinos en las grandes solemnidades. Y la Navidad es la más grande de todas. Así, Roquetas ha ido con el paso de los años convirtiéndose en crisol donde se han ido fundiendo y mezclando costumbres y tradiciones de la sierra y el llano, de la costa y la alpujarra. Aquí conviven el trovo y el nochebueno, la toná y el villancico del alba... Campanilleros no tenemos, y es una pena, pero en los barrios ya se empiezan a oír a los niños pidiendo el "aguinaldo" (o el "aguilando", que también así se dice ) y, posiblemente, dentro de pocos años escuchemos también nuevos villancicos llegados de Guinea, Senegal, Camerún o Malawi. Pero la Navidad tiene también un contrapunto muy especial en esta tierra. Cada año, al día siguiente de los Santos Inocentes, Roquetas de Mar hace honor a su nombre y se lanza a la playa a encontrarse con una tradición de cuyos orígenes nadie ha sabido darme nunca datos concretos. Si la actual Roquetas nació y creció a la sombra del viejo Castillo de Santa Ana, cuyas piedras lame la espuma blanca y salada del Mediterráneo, no es desacertado pensar que las Moragas fuesen una reunión de pescadores para celebrar la última faena del año compartiendo junto a sus barcas los mejores frutos de un mar tranquilo y apacible. Como si fuese una noche de San Juan equivocada de mes, perdida entre las hojas del calendario, los roqueteros cierran las puertas de sus casas, abandonan el centro, que queda extrañamente silencioso, y trasladan la vida del pueblo a la playa. La jornada empieza muy temprano: hay que madrugar para llegar a la Lonja a tiempo... La pesquera de la noche anterior es insuficiente para abastecer la demanda de este día. Los más afortunados se llevarán un par de cajas de sardinas plateadas, otros tirarán de los besugos, las bogas, los jureles... los más rezagados tendrán que conformarse con algún restillo o mirarán en Almería a ver si consiguen algo que haya llegado de la zona de levante... El resto de la peña ya estará en la playa amontonando los viejos palés rescatados de las obras con los que alimentarán las hogueras que han de durar hasta la noche. Antes no había problema con el fuego... el levante se encargaba de arrastrar hasta la costa algas y maderos que el sol secaba lo suficiente para que ardiesen sin dificultad. Ahora las palas del Ayuntamiento limpian a diario la arena... y con los primeros rayos de sol la playa parece una alfombra de oro; de manera que quien quiera leña ha de buscársela por sus medios".
 
Tras diez minutos hipnotizadores y mi café ya frio, se acerca el camarero: "¿Necesitan algo más?". Los dos a la par decimos: "No, gracias". Se hace tarde para los dos y con los abrigos y bufandas ya puestos, salimos de la cafetería, nos estrechamos nuevamente la mano, y le digo: "¡Un placer, maestro Juanjo!". "¡El placer es mío, concejal!", me contesta. "¡Feliz Navidad y Feliz Día de Moragas!". "¡Igualmente Concejal!".

2 comentarios:

  1. wapo wapo ole hay ese concejal precioso jamona100@hotmail.es

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  2. Lo has contado bièn pero se te olvidò eso del baile,y las canciones tipicas de moragas...y la tradiciòn de pintarse con las cenizas y tiznes.

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