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España, pendoneada

Fausto Romero-Miura Giménez
Abogado


La última, que Zapatero está enfermo y se ha hospitalizado en la madriguera. No sé si sólo espiritual o también físicamente enfermo: ¿Cómo se explica su espantá y desaparición hasta el punto de que el anuncio del excepcional y gravísimo ‘Estado de Alarma’ nacional lo anunciase el Vicepresidente y no el Jefe?

Un señor que hace pocos días habló con él en la Moncloa confirma que está enfermo de deprimida estupefacción: con la mirada perdida, fuera de la realidad, sólo dice: “¿Pero tú crees que yo soy el responsable de esto?”. Esto es la crisis y el caos. Y cuando su interlocutor le dice: “En parte sí, Presidente”, responde: “¡Es global, es global!”. Y cuando se le arguye: “Tardaste en reconocer la crisis, en anunciarla y no tomaste las medidas para frenarla hasta que te las impusieron” se aíra y grita: “Las adopté cuando era oportuno”. Esa conversación ha existido. Y es también cierto que se cree un iluminado, salvador de España, convencido de que no caben otras medidas que las suyas, adecuadas y eficaces, por lo que no se le puede achacar la situación actual que sería mucho peor si gobernase otro; que no piensa, pues, dimitir, y que late en él la frustración de que no se le reconozca ni agradezca poner su sabiduría excepcional y clarividencia única al servicio de España… Y se le critique: es notorio que la Moncloa acaba por enloquecer a sus inquilinos. El caso de Aznar era paradigmático hasta que llegó Zapatero. Lo escribí el 14 de enero de 2006, en un artículo titulado “La Moncloa enloquece”: “Lo de este señor es peor, pues llegó, ya, enloquecido; al ratillo de haber entrado, inesperadamente, en aquella casa, llena de influjos fatales, se olvidó de su promesario electoral, y decidió que era el mesías que la democracia española necesitaba y que todo lo resolvería sonriendo, enarcando las cejas, haciendo un mohín… hablando de talantes… ¡Qué peligro, La Moncloa!”.

Han pasado, casi, cinco años. Es forzoso, y urge, hacérselo mirar. Y obrar en consecuencia. Los ciudadanos -¡qué buen vasallo!- no estamos representados -¡mucho menos gobernados!- por esos políticos, el mal señor, que nos tienen convertidos en esclavos de su inepcia. ¡Que se vaya esa calamidad de políticos y el pueblo podamos elegir a quienes sean capaces de intentar algo para curar la gravísima enfermedad que, éstos, le han contagiado a España y a sus Comunidades autónomas! ¿Cómo puede estar sana la política de un país cuya Ministra de Sanidad es el prodigio de Leire Pajín, la del cónyugue -por cónyuge- y el contradecido, por contradicho?

Hay una frase que resume todo muy bien: la que el decrecido de José Antonio a Pepe Griñán le dijo a Arenas en el Parlamento andaluz: “Que Zapatero sea malo, no los hace a ustedes buenos”. ¡A confesión de parte…! A Pepe se le olvidó añadir: “Ni a nosotros”. Ni a ninguno de los otros gobiernos de taifas, que han convertido España en un caótico e inasumible y descoordinado puzle autonómico, en el Retablo de las maravillas… sin maravilla alguna.

España no se merece ser pendoneada: que esos incapaces erráticos y errados la lleven sin necesidad ni provecho de un sitio a otro.
(Publicado en La Voz de Almería)

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