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Memoria de un viejo periodista

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

“Nuestra generación de periodistas no ha tenido tiempo”. Con esta frase, en 1990, Diego Domínguez Herrero (Zurgena, Almería, 1921), retrató junto a otro periodista veterano, Manuel Román, el tiempo de un periodismo agonizante que dejaba paso a unos tiempos de la información marcados por la consolidación de la democracia (con todos los desencantos a cuestas), las nuevas tecnologías, la globalización, el territorio de Internet y lo que conlleva. Es el tiempo en que un periodismo en el recuerdo mira al periodismo de la transición, que asiste en la actualidad del siglo XXI a su agonía, con la incertidumbre del futuro.

Diego Domínguez ha dejado plasmado su recuerdos en el libro ‘Pinceladas de una historia’. Su contenido es un bloque de confesiones, un reto ante su entorno familiar, que desvela una historia personal que proyecta en el lector la dignidad del autor. Lo de menos es el bagaje periodístico de quien se forjó desde su juventud en ‘La Voz de Almería’, único periódico en el que se inició y vivió su trayectoria profesional, desde 1942, año en el que inició su periplo, en el diario llamado entonces ‘Yugo’, como dibujante. Eran unos tiempos en que no había fotograbado y el dibujante plasmaba la imagen de la realidad. Diego Domínguez se forjó en un periodismo artesanal, de oficio, digno y superviviente en provincia. Un itinerario que cedió el relevo a la visión intelectual y sociológica del periodismo de hoy, surgido de las Escuelas, primero, y Facultades universitarias después, con el eco de la razón de ser del oficio de periodista que siempre resulta imprescindible.

No hay rupturas ni grandes cortes aparentemente, entre el ayer, el hoy y la intuición de lo que se avecina. El periodismo se transforma, es sometido a profundas metamorfosis y enlaza un tiempo con otro. De esta manera convierte a los periodistas de antaño en imprescindibles para conocer el futuro. Viejos y jóvenes periodistas son eslabones de una realidad cambiante, con mecanismo similares, que somete al poder y al sistema a revisión permanente. En esa pluralidad comparece cada uno con sus compromisos personales.

Empezar la profesión de periodista, en el caso de Diego Domínguez, como ilustrador de poesías que se publicaban en el periódico, es sorprendente y a la vez sugestivo para desmenuzar la complejidad del mundo de la información. La poesía y su imagen, ante la vida cotidiana. Otros mundos, que se contemplan y vigilan con los recelos del poder.

Bondad y sencillez están presentes en la trayectoria de este de viejo reportero, que hizo su primera entrevista a Manolo Escobar, que desfiló por las pequeñas cosas de un diario de provincias, los sucesos, las notas de sociedad y que empezó a intuir los acontecimientos del entorno, en aquellos tiempos difíciles de la dictadura.

Diego Domínguez fue también crítico de arte. Desde su condición creadora de pintor, con la misma raíz popular (Zurgena) que el pintor almeriense ‘parisino’ Ginés Parra, con el que mantuvo correspondencia, desarrolló, paralelo al periodismo, en cierto modo una misma cosa, sus inquietudes. Emergió ahí, siempre, el corazón de quien ama el paisaje que lo hizo, desde un sentido de lo popular sin renuncias. De ahí su gesto con la crítica de las exposiciones, un encuentro personal con cada artista. Siempre, en positivo. Ningún rechazo, ni mal gesto. La concepción del mundo, desde su mirada limpia.

Diego Domínguez se forja en  una Almería de la diáspora rural de postguerra, anquilosada, vigilada y desapercibida en la periferia. Ahí encuentra el principio de un periodismo centrado, por consiguiente, en la vida cotidiana de Almería, en la calle, en el sentir mediterráneo, en lo aparentemente simple. El viejo periodista asiste a los momentos de la transición, donde sobrevive. Todo esto se proyecta en ‘Pinceladas de una historia’, escritos sobre una época, la de siempre, lo más personal, imágenes y gestos nunca borrados de su memoria. Y lo hace desde la sencillez y hacia su entorno familiar. Y eso convierte esta especie de ‘diario’ en un documento importante para conocer  el tiempo de Diego Domínguez.

Aprender de la intuición y olfato de los periodistas de antaño es un buen ejercicio de formación periodística, muy válido y recomendable para las nuevas generaciones de esta profesión tan llena de luces, sombras y miserias. Diego Domínguez pertenece a una generación inmolada, que tuvo sin embargo el tiempo suficiente para dejarnos como legado la mejor lección de periodismo: su memoria personal.

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