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Elecciones universitarias

Pedro Asensio
Economista

Imagine que realizamos una encuesta a pie de calle y preguntamos si considera necesario incrementar el nivel de formación de los graduados universitarios, aunque eso suponga menos alumnos y más suspensos. Yo creo que la respuesta sería, en general, afirmativa. ¿Y usted? Si además planteáramos la posibilidad de garantizar la solvencia académica y profesional del profesorado con pruebas selectivas constantes, donde, además de apreciar el esfuerzo en la investigación y el desarrollo aplicado (no publicaciones en revistas tediosas y en muchos casos estériles), se podría vincular el nivel retributivo e incluso la estabilidad laboral, ¿qué resultado sospechan que obtendríamos? Posiblemente a favor, ¿no? Finalmente, si formulamos la cuestión de si estima necesario reducir gastos en administración, vicerrectorados absurdos y personal de servicios generales, en aras de alcanzar los nobles principios de eficiencia y eficacia (quizá con otras palabras…), ¿qué contestaría la gente? Que de acuerdo, ¿a que sí? Ahora bien, llevemos estos mismos temas, expuestos con claridad, sin pamplineos retóricos, a la comunidad universitaria. Más todavía, proponga esos objetivos en un programa electoral a rector. En téminos de marketing político sería un suicidio, desde luego. Hablo de marketing porque una elección es un intercambio en el que uno te pide un voto a cambio de algo que se materializa en un programa de gobierno (promesas más o menos concretas). También me he referido a la política porque se trata de gestionar asuntos colectivos en el ámbito de lo público. El objetivo de un candidato, no nos engañemos, no se lee en clave de política universitaria con mayúsculas; es algo tan sencillo como cosechar el mayor número de papeletas a su favor. Una de las perversiones de este sistema de elección de las universidades públicas es que parte de los intereses de sus votantes no coinciden con los de la sociedad. A veces llegan a ser contraproducentes. Los objetivos se enmarcan en el corto plazo. Es legítimo, pero imperfecto. Es un tópico cansino aquello de referirse la Universidad como un proyecto de formación, investigación y cultura orientado a la sociedad, y tal y tal; sin embargo, los procesos electivos de sus dirigentes no traspasan sus propias "fronteras".

Un Tribunal de Exámenes, por ejemplo, constituye una aspiración que puede ser más o menos aceptada, pero es un medio, no un fin. Tampoco es crucial la "funcionarización" del personal de administración y servicios, sin embargo, me atrevo a pensar que, en términos de estrategia, puede inclinar la balanza. Termino con una "disparatada anécdota": 2.800 plazas de aparcamientos es la demostración de un gran fracaso.
(Publicado en elalmeria.es) 

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